Los gustos de los chicos de entre 8 y 13 años definen más del 40% del mercado de consumo. ¿Quiénes son sus ídolos? Un fenómeno millonario que atraviesa la industria del entretenimiento
Los Jonas Brothers, Hannah Montana, Justin Bieber y Crepúsculo -ésta, entre otras historias de vampiros- son algunas de las devociones de estos chicos que están apurados por hacerse más grandes.
Entre ellos, cada vez es más fuerte la idealización de la adolescencia. “Los niños quieren pertenecer a este grupo cuanto antes y los adultos quieren ser parte de él por más tiempo -observa Ana Miranda, coordinadora académica del Programa de Juventud de Flacso e investigadora del Conicet-. En el marco de la sociedad de consumo este grupo es el principal consumidor.”
Tienen prisa por crecer; eso dicen de los tweens, de estos chicos que todavía no son adolescentes (pero ya sueñan con serlo), que no se reconocen como niños y que, según estudios psicológicos y de mercado, están en la etapa en la que comienzan a definir sus gustos. En este punto se detiene Juliet B. Schor, profesora de Sociología de la Universidad de Boston, en su libro Nacidos para comprar, los nuevos consumidores infantiles, en el que destaca que desde la publicidad se convence a los niños de que los productos son necesarios para su supervivencia social, y que los anuncios influyen en lo que desean comprar, en lo que creen que son, en su relación consigo mismos; en suma, en su bienestar emocional y social. A lo que la licenciada en comercialización Ivana Vallenari agrega: “La marca que logre captar a un chico en una edad temprana lo tendrá como cliente fiel de por vida”.
Hay quienes se animan de hablar de filiarcado para señalar el poder o la influencia de los niños en el consumo actual, porque no sólo nos referimos a productos destinados exclusivamente a ellos. “El mercado infantil está dividido en tres partes -señala Vallenari-. La primera se refiere al dinero que los chicos gestionan directamente para comprar; la segunda, al poder que ejercen sobre las decisiones de compra familiares (alimentación, artículos de limpieza, tecnología y hasta vacaciones), y la tercera pone en foco a empresas de artículos para adultos que tratan de captar a los chicos desde temprano.”
En su libro Marketing de productos para niños, James McNeal advierte que, apenas un niño es capaz de mantenerse sentado (alrededor de los seis meses de edad), se lo coloca en el “puesto de observación culturalmente definido: el carrito del supermercado”.
“La apertura de la economía en la década del 90, la globalización y la aparición de los canales infantiles (Cartoon Network, en 1993; luego siguieron Discovery Kids y Nickelodeon) contribuyeron a que los niños tomaran el control de ciertas decisiones que hasta el momento parecían sólo corresponder a los adultos”, reconoce Leonardo Gutter.
Los padres, hoy más que nunca, consultan qué comprar a sus hijos porque “tienen un miedo excesivo de decepcionarlos, de no cumplir con sus expectativas”, analiza la autora y profesora de la Universidad de Harvard Susan Linn. Pero esta transformación en el consumo no es casual: se ve afectada también por los cambios en la estructura familiar. “Es más frecuente encontrar que los dos padres trabajan y que el tiempo que comparten con sus hijos es menor -analiza Vallenari-, lo que suele generar culpa. Una culpa que se canaliza a través de la compra, sin importar la extracción social a la que pertenezca la familia. Hay padres que hacen lo «imposible» porque su hija tenga las zapatillas de Casi Angeles o estén pegados al escenario en el show de los Jonas Brothers.”
“En muchos casos se pone en juego la necesidad de sentirse aceptados por sus pares -manifiesta Ana Miranda-. Por eso es tan importante analizar qué es lo que se está privilegiando y aquí es donde entra en juego la responsabilidad y la guía de los adultos.”
Todo para ver
Hoy la televisión no conoce fronteras comerciales, un fenómeno al que se denomina “movimiento o estrategia 360″, un perfecto círculo que comienza en la pantalla chica (no importa las pulgadas) y se extiende en un millonario negocio que incluye los más disímiles productos derivados: discos, películas, shows en vivo, revistas, celulares… y mucho, mucho merchandising.
Las series y telenovelas juveniles son el plato fuerte, el motor para que millones de chicas y chicos proclamen su fanatismo multiplataforma. “El público infantojuvenil es el que más se fideliza con un programa -reconoce Tatiana Rodríguez, vicepresidenta Senior de Programación y Estrategia Creativa de Nickelodeon Latinoamérica-. Ellos lo viven como algo propio, porque consiguen relacionarse de otra manera con la historia y sus personajes; logran un mayor vínculo emocional. Lo que ocurre en las series tiene puntos de contacto con sus vidas.”
En esta búsqueda de identificación las series apuestan a seducir a un target que va de 7 a 15 años. “Por lo general, los tweens y adolescentes rechazan todo lo que tenga apariencia infantil; por eso, los programas suelen ser protagonizados por actores un poco más grandes que ellos -explica Tatiana Rodríguez-. Lo importante es que ofrezcan un entretenimiento participativo (multiplataformas) y de fácil identificación (como lo han conseguido I-Carly, Drake & Josh y la muy reciente y local Sueña conmigo).”
Esta relación emocional (en muchos casos llevada hasta el fanatismo) traspasa la pantalla para transformarse en productos licenciados por marcas de consumo masivo. “La televisión es el medio que más influye en la vida de un chico, por lo que el desarrollo del merchandising puede ser ilimitado”, agrega Gutter. “No sólo hablamos de productos que están pensados en el público infantojuvenil: hoy, hasta los artículos de limpieza traen stickers de algún personaje”, observa Vallenari.
Disney es la compañía que mejor supo sacar provecho del mercado tween con productos que generan millones de dólares en todo el mundo y despiertan el fanatismo de miles y miles de chicos. Un excelente ejemplo del movimiento 360. Sólo basta pensar que de la factoría del ratón salieron High School Musical, Hannah Montana y Jonas Brothers (ver aparte), una “evolución natural” de lo que fue el clásico Mickey Mouse Club, semillero de artistas donde dieron sus primeros pasos la mismísima Britney Spears, Justin Timberlake y Christina Aguilera. En tanto, en la Argentina, la factoría pasa casi exclusivamente por el Cris Morena Group (ver aparte).
El análisis del consumo es una materia que fascina a sociólogos y economistas del mundo entero y, en los últimos años, el segmento tween está bajo una gran lupa, porque ha empujado a las grandes empresas a encontrar la manera de meterse (hay quienes dicen “manipular”) en la mente de un niño. “Sin descartar el papel del consumo en la construcción de la identidad en niños y jóvenes”, como bien abre la puerta a la reflexión la doctora en Ciencias Sociales Ana Miranda
TAYLOR LAUTNER (18 AÑOS) Y ROBERT PATTINSON (24 AÑOS)
-El suceso mundial de la saga de Crepúsculo, basada en la novela de Stephenie Meyer, los consagró.
-El primer gran salto de Pattinson fue con Harry Potter y el cáliz de fuego. Luego, el actor inglés se transformó en Edgard Cullen, un vampiro atormentado.
-Experto en karate, el norteamericano Lautner es uno de los actores jóvenes mejor pagos de Hollywood por el éxito de su papel como hombre lobo.
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